TESTIMONIOS

Testimonio de un bombero: don Gilberto Velasco/ Juan Cvitanic, hijo ilustre de la ciudad de Antofagasta/ Marcelino Carvajal, Alcalde de Mejillones/ Don Jesús Maldonado, una vida dedicada al agua/ Aurora Williams, al servicio de la ciudad/ Reinaldo Lohse, recuerdos de un trabajador del agua.

Yo soy nacido el año 1933 y entré a la Primera Compañía de Bomberos cuando tenía catorce años. En ese tiempo estaba la primera, la segunda y la cuarta compañía, pero ésta es la más antigua formada en 1875. Este cuartel tiene mucha historia, por ejemplo, dicen que acá penan, que si apagas las luces pueden aparecer prendidas al otro día, o que se sienten pasos y esas cosas. Cuando llegué con el equipo a mi casa por primera vez, a mi papá no le gustó nada la idea. Me nombró una lista de calamidades, que era peligroso, que me podía caer una calamina en la cabeza y dijo que de ninguna manera me iba a ir a meter para allá. Pero yo lo acepté nomás y llevo cincuenta años casi viviendo en el cuartel. Sobre los incendios, claro que habían más en esa época. Eran más “tupido y parejo” porque las casas eran de madera y de barro con cañas, entonces se prendía una y era fácil que se expandiera a toda una cuadra. Se trabajaba con la ropa que se pillaba. Cuando había un incendio el bombero asistía al llamado tal como estaba vestido y se mojaba su ropa, sus zapatos. El equipo no lo pagaba el cuerpo de bomberos, daban la chaqueta de cuero, el casco y el cinturón, pero lo demás corría por cuenta del voluntario. Entonces llegaba a mi casa mojado como sopa y salado ya que en ese tiempo se usaba el agua de mar para apagar los incendios. Es una de las cosas que más recuerdo: el agua es el enemigo número uno del fuego por lo que, sea dulce o salada, apaga igual los incendios, pero el principal problema era que nos arruinaba la ropa. La sal la blanqueaba y al poco tiempo quedaba arruinada, lo mismo sucedía con los zapatos. También echaba a perder el carro bomba, que era de esos antiguos, y las cañerías, porque la sal las carcomía por dentro.

Había dos tipos de grifos, uno de agua dulce y otro de  agua que sacaban del mar. Esa última venía de un estanque ubicado entre las calles 21 de Mayo con Andrés Sabella, donde ahora hay una población. Era grande y se mantenía con agua salada que se bombeaba del mar. Entonces cuando había incendio daban más presión para que saliera más agua. El agua del estanque estaba conectada a las cañerías de los grifos de bomberos. Estos tenían un sistema diferente al de hoy, porque se encontraba unos cincuenta centímetros bajo tierra y había que meter una ‘alcachofa’ para poder meter la manguera. Ahora el grifo está afuera. Si el incendio era en una zona de Antofagasta que no tenía grifo, teníamos que recurrir al carro bomba que tenía estanque, y volver a rellenarlo cuando se acababa el agua. Eso era lento porque teníamos sólo un carro.

En algunas poblaciones donde no llegaban las cañerías había pozos de emergencia bajo tierra, igual que los de las bombas bencineras que tienen abajo el estanque. Yo me acuerdo que antes había alrededor de dos o cuatro incendios en el día porque las casas antiguas de caña se quemaban muy rápido. Para los años nuevos había más incendios. Dicen las malas lenguas que los comerciantes los provocaban para cobrar el seguro, pero otras teorías hablan de que se producían por una sobrecarga del sistema eléctrico. Ahora las construcciones son de cemento y fierro, por eso hay menos incendios en comparación con antes donde todo era pura madera. Y cuando pusieron agua potable cambió también el sistema. Esto fue cuando empezó la empresa de agua potable, porque antes apenas había agua. Con ello se empezaron a modernizar los grifos a medida que avanzó el tiempo.”