Las aguadas de Cobija

Sol, viento y agua/ La Aguada de Cerro Moreno/ Santos Ossa en Cobija y las primeras resacadoras de agua/ Las Aguadas de Cobija/ Orígenes del agua en Antofagasta/ El primer destilador solar de Charles Wilson/ Enrique Villegas y la conducción del agua dulce/ Las aguadas de la costa de Taltal/ Los problemas de agua con los ríos San Pedro y Polapi/ Los abrómicos/ El agua, una mirada en la historia militar del Norte Grande/ Tocopilla y el agua potable/ El precio de la porfía: la guerra de los tubos/ Una institucionalidad para el manejo del agua.

En 1829 el Ministro del Interior del Presidente Santa Cruz asumió como su principal responsabilidad entregar suficiente agua potable a la población establecida en Cobija. Se hacía necesario ubicar aguadas: la orden dio resultados positivos y en noviembre de ese año, el gobernador Gaspar Aramayo informó de la existencia de cuatro de ellas. Luego, transcurrido un mes, orgullosamente dio cuenta del nuevo descubrimiento de otros cuatro surgimientos de agua, uno de ellos ubicados en el centro mismo de Cobija. En suma, al término de ese año, sumando las existentes, Cobija contaba con diez aguadas. Santa Cruz, en alerta de las dificultades que surgían en Cobija por su creciente desarrollo como puerto y entendiendo que se dependía de un adecuado abastecimiento de agua, dictó el 30 de diciembre de 1830, un decreto para resolver el problema: “habiendo observado —proclamó la disposición— que las playas de Cobija no carecen de aguadas y que ellas se encuentran en todas direcciones decreto que primero: se autoriza al gobernador de El Litoral para comprar dos taladros artesianos, como el que tiene en el puerto, los que se utilizarán en perforar la tierra hasta conseguir las aguadas abundantes, en beneficio de la población y segundo: que igualmente se ha autorizado para perfeccionar y adelantar las aguadas existentes y particularmente la de Las Cañas, estableciéndose en ella grandes depósitos y estanques que contribuyan a la comodidad de la población”. El decreto produjo sus frutos. Se trabajó fuertemente en las aguadas Algarrobo y Las Cañas. En la primera las obras costaron 4.000 pesos. Si bien era una de las más importantes, el caudal que entregaba no era constante.

Según se informaba:

Febrero de 1833: produjo 5 barriles diarios

Abril de 1833: produjo 7 barriles diarios

Junio de 1833: produjo 12 a 13 barriles diarios

Agosto de 1833: produjo 15 barriles diarios

Los aguadores iban por la ciudad vendiendo agua en toneles montados sobre burros, y a veces, como se aprecia en la imagen, sobre llamas o alpacas.

Los arreglos en la aguada Las Cañas tuvieron un costo menor: 3.000 pesos. Producía más que la de Algarrobo. En el mes de julio, producía en su depósito más grande 100 barriles diarios y en el más pequeño 50. Pero la lluvia aumentaba su capacidad. En agosto llegaba a 500 diariamente. Las aguadas tenían un depósito mayor y otro menor. Eran construidos de madera, pero forrados interiormente con plomo a fin de evitar la fuga de agua. La aguada descubierta en el centro de la población también fue arreglada. La cifra fue de 300 pesos, lo que se explica por qué recibió la colaboración de mano de obra, entregada por los soldados de la Brigada de Artillería. El aporte de esta aguada era tal que se la comparaba con la de Las Cañas. Igual que las otras estaba formada por un receptáculo de madera forrado con plomo. Tanto la fuente como el depósito estaban  encerradas en una especie de cajón de sólidas paredes, para evitar que el agua se ensuciara con el polvo arrastrado por el viento.

La Guerra contra la Confederación Perú boliviana (1836-1839) decidió la caída de Andrés de Santa Cruz, el “hacedor de Cobija”. Sin embargo, el ascenso de José Miguel Velasco (1839-1841) no debilitó la preocupación por el puerto. Al asumir el cargo, pidió al gobernador de El Litoral que le sugirieran cuáles eran los problemas más agudos. La respuesta fue que era urgente reparar las aguadas, entre otros asuntos. Respecto a las aguadas se respondió: “es una verdad que el principio vital de la existencia de Cobija, no será sólo la conservación de las aguas… sino la seguridad consistente en los depósitos para que la distribución de aquello sea muy exacto. Hay quejas porque las fuentes se encontraban ruinosas”. Finalmente se insistía en la necesidad de descubrir nuevas surgencias de agua.  Más tarde, Cobija solucionaría el problema de agua con la instalación de máquinas condensadoras.


Ambas imágenes  corresponden a una de las aguadas activas en la localidad de Cobija, aún en uso por parte de los pescadores del lugar.